sábado, 29 de diciembre de 2007
martes, 13 de noviembre de 2007
Vulgo ciego

Dije el filo del metal?...eso encarna también el filo de una fémina....Bola de Nieve acude a completar la frase de Nolly, mi compañera de infierno y siempre otra grieta al fondo de si misma.
martes, 30 de octubre de 2007
Poeta cítrico de extramuros

-vágale la inocencia maría
(algo de mí murió en ella
con la primer borrachera)
nunca superó verme
roto contra la pared
no pude mirarla a los ojos
aquella vez desde
(¿cómo seguía?)
“estas cosas aparecen para crear un vacío
no para llenarlo”
soporta leer mis poemas
por insistencia
la lastiman
y vuelve a preparar el mate
para relajarse
¿Qué puedo hacer si perdí la sintaxis con la vida?
Vida sintaxis perdí
tiempo tardes
tus manos perdí un día
detrás del río negro
El ritmo estoy perdiendo
Me da vuelta la cara
cambia la yerba
y pregunta -¿Dónde vas a parar?
Sin pelos ni amigos
No no el whisky no sirve y es caro
te deja como un vegetal leyendo poemitas
para nadie
te hace mear en cualquier lado
escribir
a
múltiples destinatarios
musiquitas irrelevantes mujeres
que ya no piden tus palabras
Te puede el corte de verso
todo
te puede.
sábado, 6 de octubre de 2007
sobre peripecias....

martes, 2 de octubre de 2007
apariciones....
Quizás es por eso que he pasado tantos años dibujando féminas sin rostro, quizás es por la misma caminata que siempre desemboca en una huída, en un parto luminoso, en las letras tibetanas que dejas para que nadie las traduzca.
¿Entonces hablamos? No lo sé, demasiadas emboscadas, uno que otro cabello de botín, la vela roja que precisamente anoche murió, obvio que no crees en eso, ( hoy la cambié.)
Pero es otro encuentro el que quiero contarte, uno que seguramente no recuerdas, uno de esos que mucho tiempo después se cifran en los epitafios o en la arena....y si supieras como me callo!,...(no puedo evitar sonreirme) si supieras eso y que el no contarte lo que vi anoche significa eso....que me callo por ahora, que borro lo que escribía más abajo, que llevo esa sensación de parto anegada en los ojos.
sábado, 29 de septiembre de 2007
Xoon
Ese sol tan silencioso sobre la ciudad
la quemadura, los gajos,
un tropel de huachos mal alucinados
bullendo hacia un perro acabado de parir
y en el que tampoco encontraste nada
sino lo belfos asombrados
por el cielo de las charcas
donde mismos los borrachos asechan la cadencia
y al fin sonríen una plegaria para humillarnos,
sin sospechar del festín que les traíamos bajo la falda.
III
del osario del Onaisin se pudre
en los tímpanos muertos de los insomnes
y la niebla cala hasta el tufo del matadero/
a la intemperie de los neones
los viejos suicidas lamen el último sorbo de la cacería,
la caña ya les chorrea la comisura
por recuerdarse empotrados
contra una sábana vacía,
Sólo un sorbo más
IV
regresaban a fundirse con la herida del sol,
las mascaras bullían porque poseían los rostros
y volvían a crear el mundo
que otros llamaríamos espejo.
(de Xoon)
Modus Operandi IV

domingo, 16 de septiembre de 2007
Suicida interruptis (iii)

miércoles, 12 de septiembre de 2007
miércoles, 29 de agosto de 2007
Lapsus
miércoles, 22 de agosto de 2007
El coraje del suicida cítrico (Modus operandi II)

Y es que nunca tendremos el coraje del suicida, ya no desde que estamos violados por la fe, el deseo de nacer y amputarse de todas los dialectos que lo rodean y de los parásitos que fingen amarlo a cambio de sus dones de meica o médium que transita entregando presagios, señuelos de luz para sus asesinos, los que lo acorralan contra la trinchera de su fosa común hasta que el último cartucho se le va entre los dedos. Entonces sólo quedan las uñas, especialmente el índice acerado para el gran momento de enfrentar al creador; al menos echarse a uno, y lo peor, elegirlo con la certeza de que no hay dios del que vengarse, nada de eso, ni siquiera una arenga infestada de fe por las consecuencias de su inmolación silenciosa y siempre en pos de alcanzar la liberación contra su sospecha atávica, de la que sólo un estallido contra sus sesos puede dar. –Regresa mierda- quizás sea eso lo único que balbucee mientras la luz se le va de los ojos: un nombre con olor a mujer.
domingo, 19 de agosto de 2007
Carta robada (modus operandi I)

Formas posibles de suicidio escénico: carta de amor garrapateada para que se comprenda tácitamente que el suicida opera por venganza, que tiene las alas hechas mierda y que los ojos le sangran (auque realmente se aparece en lugares brutalmente públicos así, simplemente por el arrebol provocado por la hemorragia lacrimal de la mañana precedente y en adelante). En segundo plano el suicida esboza excusas metafísicas para zafarse de los paraguas negros, o abrirlos en el momento preciso en que la tormenta los destripe. Eso sería el funeral. No obstante aún existe la oportunidad, siempre bajo un estado de coherencia brutal, de que el acto ritual, esto es la re-actualización del mito de la muerte definitiva, se inocule directamente a la pesadilla del sujeto poeta: este comienza por quemar todas sus imágenes sagradas y atacarlas mediante arañazos, escupos y finalmente con su bilis. Después vienen los actos de purificación, como amputarse sucesivamente su larga cabellera de años, la que lo hacía precisamente ser hermoso aunque no pudiera mirar nada más allá e los cables que sujetas sus sentidos a las gónadas de su(s) asesina. Es una vía higíenica, sin duda; o sino puede practicarse el ensayo de jeroglifos no transferibles y menos aplicables a partituras musicales y que por lo tanto no prometen ardientes paciencias ni mucho menos, sólo un sueño en el que el Loco, hablando del arquetipo en franca mutación hacia El Colgado, se lanza desde un abismo para caer de pie y aullar de felicidad porque una ola lo derriba.
(Transcripción textual de un rayado abandonado por un cítrico en algún recodo inenarrable.)
domingo, 12 de agosto de 2007
Cacería Cítrica

Asecho la ventana, veo las hebras rumiando en la terraza, las viejas parteras vigilan el fogón, un roce de piedra en mi talón herido y el hálito de sus crías bajo el neón de la misma calle donde siempre hay cazadores arrastrando los testículos entre los dientes.
-Nunca olvidas el sabor de las fauces encarnadas al dogal, nunca la pústula de vino abandonada entre la sábana y el belfo del que esta vez se ensañaba a tus hombros antes de ofrendarte su sonrisa de plebeyo, embestirte hasta parir y otra vez arrodillarse balbuceando su plegaria y eyacular todo, todo su veneno.-
jueves, 9 de agosto de 2007
Sobre los cítricos

"Desbaratados sobre las poltronas, la brisa crepuscular ascendiendo por los sentidos, contemplando el ocaso de la luna, el mar clamando su despertar sombrío en esa zona del espíritu donde solo existe esta eternidad, la pipa en los labios y sobre un cojín la trenza derramada desde el omoplato hasta enredarse entre los dedos."
Eso es un fragmento odioso de una novela como siempre inconclusa, repleta de odiosos oleres decimonónicos, pero que da finalmente cuenta del precario título a este blog. En fin, saltémonos unas cuarentas páginas:
"Por entre la alborada que aviaba el arrabal, Astrolabio vio a los humanos cruzar contra su cara como volaces meteoros. Aún se olisqueaba el hedor a sexo atenazado en las uñas y era el mismo cielo verde sobre nosotros, sobre la ciudad y la cruz de la iglesia enquistada al centro del pabellón.
-Dios- Masculló volviendo a hurgar con la nariz entre las líneas de su mano y escupió. Astrolabio se detuvo y sacó un puñado de almendras de su bolsillo.
–Las mierdas, las putas y el amor, en fin, Dios. -De pronto aquel rumor que se presiente cuando los pasos rasgan la neblina, le corrió a ras de sus sienes y él cerró los ojos: Los muchachos de cítrico le avistaban desde las escaleras, pero Astrolabio jamás se percató pues al encuentro imaginario ya acudían otras cavilaciones, recuerdos, el cronista quizás. "
Saltamos otro trecho lleno de alucinaciones sumamente cítricas, cosas que yan o podría nombrar unos años despúes, y me remito a un ligera crónica de la Valdivia de esos tiempos.:
"En plena noche la neblina, una carretera y los muchachos de cítrico avanzando con sus botellas plásticas cargadas de bilis de uva..
Antes el maestro los había citado para masturbarse en sus anos a cambio de algunos venenos baratos, simbiosis como solía declamar dando su espalda a la roñosa pizarra. Un pacto de supervivencia, incluso un gesto de higíenica resignación y luego esa toalla hedionda para limpiarse aquella sensación de pus entre las nalgas.
En plena noche la neblina, una carretera, el de rostro enloquecido cargaba la guitarra, el que siempre callaba vislumbraba aún los neones, las alucinaciones del kerosene, la sonrisa de no presencia, el aro en el labio, ella, que con sus ropas negras arrastraba el barro y se tomaba a la cintura de su bestia ocasional.
Una zanja, algún pie trastabilla y chapotea en el fondo, risotadas y pasos que calan el pasto resinoso, el humo huyendo por las bocas, pasos que abrén una brecha y ascienden entre los coigues hacia el páramo, manos rasgando los musgos, aferrándose a las ramas, crujidos, este es el lugar, aquí nadie nos asecha. Abren el bidón, una mueca de asco tras el primer sorbo, alguien prepara la marihuana, sella con la lengua, primero el fuego rodando de mano en mano y luego la braza mientras se encienden cigarrillos y las caras se iluminan fugaces, jadeos, todos los bichos de la noche murmuran desde la tierra, tras la cortezas y la obscuridad, pájaros o quizás abdómenes rozados por la pata como si hirieran cuerdas, un acorde, casi el Fa de una canción añeja pero que para él poseía cierto nexo inconfesable; el juego de las máscaras, el íntimo desvelo de un aguijón imposible de hallar en la zona de la piel que ninguno osaría rozar.
Pero nadie se percataba pues los diálogos, en perpetua ostentación de las llagas, lo que entraña este evocar desde la agonía de un futuro devastado, ya sentenciaban al deseo y el abismo, aquel que se abría bajo nosotros en absoluto mimetismo con el ruido de los capullos al manar de su planeta migratorio. Es lo que nos induce al celo, al rechinar de los muslos.
Arriba, entre las copas, una claridad lunar tallaba sombras contra los cúmulos estelares, los muchachos de cítrico callaron a la vez, una mano acarició la mandíbula del rostro enloquecido, luego regresó rozando las murras y el zumo violeta manchó bajo las uñas .
Una ciudad casi del color del onix cuando la luz resbala por el lomo húmedo de alguna bestia de pradera. A mi lado la calle, máquinas rumiantes y cada pedestre con su ensoñación inconfesable. Cruzo una esquina, los edificios emergen ante mí, yo veo las azoteas, de pronto el cielo o una plazuela que se abre entre ambos techos, una finitud repentina me conmueve. Veo hacia ella: una tarima con tierra y una única campánula oscila. "
Sería eso, con ripio , y muchísmo...otro fragmento.